Juan Carlos Ureta empezó creando una sociedad de valores que después se convirtió en banco, precisamente en medio de la crisis financiera y cuando nadie se lo recomendaba. El presidente de Renta 4 siempre estuvo atento a lo que ocurría en otros países, lo que hacía la competencia y lo que demandaban sus propios clientes. Hoy está pendiente de lo que proponen las nuevas tecnologías. Sus experiencias, al igual que sus reflexiones sobre los fenómenos actuales, son dignas de ser tenidas en cuenta, un guante que recoge el número 18 de la revista Asesores Financieros EFPA en una entrevista en profundidad de la que extraemos algunas preguntas.
Una sociedad de valores que, al cabo de unos años, se convierte en banco, con la mirada siempre puesta en la gestión patrimonial. ¿Cuál ha sido el éxito de Renta 4 casi cuarenta años después de su creación?
La única clave fue trabajar con una idea y creer que podía funcionar, con un objetivo a largo plazo. Nosotros fuimos un poco antiestablishment en el sentido de hacer cosas que nadie pensaba que podrían tener éxito. Cuando empezamos, el modelo de negocio de nuestros colegas era vender análisis de compañías españolas e intermediar operaciones institucionales en la bolsa española. Nosotros hicimos algo totalmente distinto: vender inversión en general, también a minoristas, con una oferta internacional. Ya en 1988 estábamos convencidos de que el ahorrador español se convertiría en inversor y que el modelo de ahorro basado, fundamentalmente, en depósitos bancarios o inmuebles evolucionaría, poco a poco, hacia colocaciones en activos financieros de inversión.
¿Cómo llegó a esa visión del ahorrador español convertido en inversor?
En ese convencimiento tuvo mucho que ver un viaje que hice a Nueva York en el año 1986. Me di cuenta entonces de lo que estaba pasando allí: había una banca para inversores de todo tipo, no solo institucionales, que facilitaba servicios y una amplia oferta de activos de inversión. Además, observé cómo las empresas se financiaban en los mercados, haciendo emisiones de acciones o de bonos. Incluso una cadena de comida rápida o una cadena de muebles no eran necesariamente grandes compañías. Me pareció que eso iba a llegar a España y ha llegado muy lentamente, aunque todavía queda algo por hacer. Por ello, creo que lo nuestro siempre ha sido ir un poco en contra de las ideas aparentemente dominantes. Apostamos, por ejemplo, por la banca en el momento de la crisis bancaria española, y mucha gente nos dijo que íbamos con el pie cambiado. Siempre nos ha movido ser un poco diferentes a lo que se hacía e ir contra las ideas dominantes.
¿Por qué la decisión de cotizar en bolsa a partir de 2007?
Lo primero que quiero señalar es que el primer dividendo que se repartió en la compañía fue justo antes de la salida a bolsa, en 2007. Esto significa que, en 21 años, no se repartió un solo dividendo, en una clara apuesta por el desarrollo de la compañía. La salida a bolsa parte de nuestro convencimiento de que cotiza imprime un sello de calidad y garantía en la gestión empresarial. Cuando una empresa cotiza, tiene un mecanismo que se llama gobierno corporativo, lo que genera contrapesos en la forma de gestionar y mejora el modo en que se hace.
¿Por dónde ve un próximo desarrollo del mundo de los activos financieros y la inversión?
El mundo de las empresas no cotizadas es enorme y espectacular, algo que no existía en 1986, cuando nació Renta 4. Ahora está creciendo mucho en Estados Unidos y va a crecer de manera importante tanto en Europa como en España. Una parte significativa de la inversión se irá dirigiendo hacia lo que llamamos private equity.
¿De quién ha aprendido más?
Siempre digo que he aprendido mucho de los clientes. Una de las cosas buenas de este oficio es que conoces a clientes muy interesantes, con un nivel de inteligencia, conocimiento y exigencia muy elevados. Nunca hemos tenido clientes fáciles, porque siempre han exigido un poco más de lo que piden a otras entidades. Todo eso te lleva a tener un tipo de cliente del que aprendes mucho. También he aprendido mucho de personas concretas, incluso de colegas y competidores. Recuerdo la época de la Bolsa de Madrid con Antonio Zoido como presidente como un momento muy interesante. He aprendido mucho también de los errores, porque, cuando se habla de historias de éxito, no hay que olvidar que se pasan por momentos de errores que se pagan muy caros en este mundo.
A partir de su larga experiencia, ¿qué puede cambiar en la economía y en los mercados con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca?
El trumpismo, como movimiento, responde a cosas que comenzó a hacer Donald Trump en 2016. Y creo que sobrevivirá al propio Trump y quedará como una onda expansiva en Estados Unidos y también en Europa. Europa no entiende bien al personaje ni lo que representa. Creo que Trump encarna la imagen de aquello que se ha ido haciendo en el mundo y que no estaba bien, y que hay que eliminar. En aspectos positivos, como el respeto al medio ambiente o la igualdad de género, hemos llegado a posiciones francamente ridículas. Por otra parte, hay un exceso de burocracia en Europa que, lamentablemente, está destruyendo sectores muy importantes. Hemos llegado demasiado lejos, por ejemplo, en la intromisión del poder público en la vida privada y, por tanto, también en la vida de la empresa.
Una de las consecuencias del triunfo de Trump ha sido el impulso al mundo de las criptomonedas. Usted dijo hace poco que el mundo crypto es un 95% de humo y un 5% de algo muy valioso. ¿Recomendaría a un amigo suyo hacer una buena inversión en bitcoin?
Yo dije aquello recordando lo que había sido el mundo de las punto.com, que produjo un gran momento de euforia: 95% de humo, pero que el 5% nos dejó compañías muy potentes como Amazon, Google… que, sin duda, nos han cambiado la vida. El mundo de las criptomonedas me parece algo imparable, que ha tenido un momento de eclosión con fenómenos de especulación y fraude, y que nació de forma muy anárquica, porque, por esencia, es un fenómeno anárquico. Nació como un mundo antisistema, y es verdad que alrededor de él se ha generado también mucho humo. Pero no es igual hablar de bitcoin que de las memecoins, que aparecieron casi como una broma, o de otras criptomonedas. Yo creo que, finalmente, solo quedarán tres o cuatro criptomonedas, y una de ellas será, sin duda, Bitcóin. Y es evidente que, mientras haya emisiones de dinero oficial, es muy difícil que no haya alternativas de dinero privado como el bitcóin. El mundo del dinero privado, el oro digital, es muy interesante en estos momentos.