En el corazón de Londres aún resuena la huella de los templarios, una orden que no solo empuñó la espada en Tierra Santa, sino que sentó las bases de la banca moderna con un sistema pionero de transferencias y préstamos que cambió la economía medieval. Un nuevo capítulo del número 20 de Asesores Financieros EFPA que hoy compartimos.
Como cualquier ciudad antigua, Londres está llena de historias y secretos. En el corazón de la City, si dejamos atrás el bullicio de The Strand y recorremos Inner Temple Lane, siguiendo a algunos abogados togados que merodean la zona, llegamos a los muros centenarios de Temple Church, una iglesia medieval construida por los caballeros templarios hacia 1185. Su nave circular —la Round Church—, inspirada en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, simboliza la conexión espiritual con Tierra Santa. Esta iglesia austera no solo era un lugar de culto: también fue una institución financiera pionera.
Los templarios, siempre rodeados de misterio, fueron pieza clave en el sistema bancario medieval, estableciendo un rudimentario mecanismo para que peregrinos y nobles depositaran dinero en Europa y lo retiraran en Tierra Santa mediante una especie de letra de cambio.
Durante los siglos XII y XIII, los templarios en Londres gestionaban fondos, custodiaban tesoros reales —incluido el de Enrique II— y funcionaban como un banco internacional, respaldado por la confianza que inspiraban sus votos y rectitud. Su control sobre el Templo de Jerusalén les permitió construir una fortaleza económica y espiritual que perduró incluso tras la disolución de la orden en 1307. Hoy, Temple Church sigue siendo una joya del románico inglés, custodiada por los Inns of Court, y un símbolo del vínculo entre fe, poder y finanzas que definió la Edad Media.
Los templarios como banqueros
Fundados en 1119 para proteger a los peregrinos en Tierra Santa tras la Primera Cruzada, los templarios expandieron su influencia más allá de lo militar gracias a su red de fortalezas en Europa y Oriente Medio. Estas posiciones estratégicas permitieron crear un sistema financiero transnacional que respondía a varias necesidades: seguridad en la transferencia de dinero, financiación de cruzadas y expediciones militares, y depósitos y préstamos para monarcas y comerciantes. Al convertirse en depositarios, los templarios generaban recursos propios y, a través de un sistema de reserva fraccionaria, ofrecían préstamos a reyes y nobles, consolidando su papel como los banqueros de Europa, manejando los fondos de Enrique II de Inglaterra o Felipe IV de Francia.
Innovaciones financieras
El sistema financiero templario introdujo prácticas que anticiparon la banca moderna. Destaca el uso de la letra de cambio, un antecedente arcaico de los cheques actuales, y los primeros sistemas de transferencia internacional. Un peregrino podía depositar dinero en París y retirar la misma cantidad en Jerusalén, evitando los riesgos de transportar oro o plata. La red de encomiendas templarias funcionaba como una red de depósitos interconectados, permitiendo que el dinero recaudado en un país se utilizara en otro sin transporte físico, reduciendo robos y facilitando el comercio. Según el historiador Malcolm Barber, “los templarios ofrecieron un sistema de transferencia basado en la confianza y la criptografía rudimentaria, permitiendo movilizar riqueza de un punto a otro con seguridad”.
Convertidos en depositarios, los templarios comenzaron a conceder préstamos, creando una banca regia medieval. Los reyes europeos, necesitados de financiamiento para guerras y campañas, encontraron en ellos una fuente confiable de crédito, a cambio de tierras, privilegios fiscales o derechos de explotación. Dan Jones señala que Felipe IV de Francia recurrió a los templarios para financiar su conflicto con Inglaterra, y al no poder devolver lo prestado, optó por eliminar a la orden en lugar de honrar sus deudas. La caída de los templarios fue un conflicto de poder económico, no un mito de conspiraciones ocultas.
Caída de los templarios
A inicios del siglo XIV, la riqueza y el poder de los templarios generaron resentimiento entre las monarquías europeas. Hacia 1220, contaban con más de 9.000 encomiendas, unos 30.000 miembros, más de 50 castillos y una flota propia, lo que los convertía en una especie de Goldman Sachs medieval. El golpe definitivo vino de Felipe IV de Francia, endeudado y temeroso del poder autónomo de la orden. La noche del 13 de octubre de 1307, se arrestó a casi todos los templarios de Francia, incluido Jacques de Molay, bajo acusaciones de herejía, idolatría y sodomía, muchas fabricadas, pero legitimadas con confesiones obtenidas bajo tortura.
El papa Clemente V, presionado por la corona francesa, inició un proceso contra la orden. Aunque comisiones papales hallaron a los templarios inocentes, la presión política fue irresistible. En 1312, el papa disolvió oficialmente la orden, transfiriendo sus bienes a los hospitalarios, aunque muchas propiedades fueron absorbidas por coronas europeas. En 1314, Jacques de Molay fue quemado en la hoguera frente a Notre-Dame, proclamando la inocencia de la orden y lanzando una maldición sobre el rey y el papa, que murieron poco después. Este episodio alimentó la imagen romántica de los templarios como mártires y custodios de secretos.
Más allá del mito, su caída marcó el principio del fin de las órdenes militares independientes y el ascenso de los Estados modernos capaces de instrumentalizar la religión en beneficio político. La desaparición de los templarios dejó un vacío que fue llenado por los bancos italianos y casas de cambio en Flandes. La naciente banca florentina y veneciana heredó su estructura financiera, demostrando cómo el sustrato de lo antiguo sirve para construir formas nuevas.