Si algo tiene claro Kenneth Rogoff —profesor de Economía en la Universidad de Harvard y execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional— es que la estabilidad futura del dólar dista mucho de estar garantizada. En el marco de una conferencia organizada por la Fundación Rafael del Pino, conversamos con Rogoff sobre su último libro y sobre algunas de las ideas que se desprenden de su sugerente título y en las siete décadas turbulentas de finanzas globales que recoge: Our Dollar, Your Problem.
Una de las lecturas destacadas del número 20 de Asesores Financieros EFPA, de la que compartimos un extracto.
Después de tantos años estudiando cuestiones sobre divisas y desequilibrios globales, ¿qué le empujó a escribir este libro ahora, en este contexto concreto, señor Rogoff?
Una de mis motivaciones ha sido que había muchos temas sobre los que he estado escribiendo durante muchos años en informes académicos, pero quería darles mayor visibilidad, y no me refiero únicamente al público en general, sino también dentro de la propia profesión económica. Particularmente, poner entre dicho algunas ideas equivocadas como que los tipos de interés podían mantenerse a cero para siempre, o la narrativa del “estancamiento secular”. Ideas que siempre me parecieron exageradas.
Hay, además, un tema de gran vigencia y es el deterioro en la importancia del dólar. Un tema al que también llevo años dedicándole atención, advirtiendo sobre su declive. Sin embargo, estas advertencias y comentarios siempre quedaban al margen. El libro busca poner todos estos temas en el debate público.
¿Cómo ha influido toda esta experiencia práctica en su forma de pensar?
Creo que muchos economistas pasan la mayor parte de su carrera en una torre de marfil, bastante aislados de ciertas realidades que, en mi opinión, son importantes. Una de las razones por las que hablo de mi carrera como ajedrecista es porque fue lo que me expuso al funcionamiento de la economía sumergida. Durante esos años, jugando al ajedrez, vi cosas que alguien que sigue siempre las reglas desde una torre de marfil probablemente nunca llega a ver. Las experiencias vividas te hacen tomar conciencia sobre esa otra cara de la sociedad.
Parte de la premisa de que el dólar sigue siendo la moneda dominante, aunque esa hegemonía se está erosionando poco a poco. ¿Qué pesa más, señor Rogoff, en ese desgaste: la política o la economía?
Es, absolutamente, una combinación de ambas cosas. El dólar alcanzó en 2015 un pico de hegemonía que ninguna otra moneda había alcanzado jamás. Pero hay que entender el recorrido. En los años 50 y 60, Europa era el centro de gravedad del dólar. En India, China o América Latina —ni hablar de África— el dólar no tenía ese papel relevante, no tenía alcance global. Durante los años 70, el dólar perdió su influencia en Europa, pero al mismo tiempo se fue expandiendo por el resto del mundo hasta niveles entonces impensables.
El actor clave en ese proceso fue China, que tomó la decisión de anclar su moneda al dólar, y de convertirlo en uno de los elementos centrales en su estrategia financiera. Una decisión que funcionó y dio estabilidad, pero también ha sido fuente de efectos negativos para la propia China. Pensemos en Europa. ¿Por qué Europa tendría que fijar su divisa al dólar? Europa y EE. UU. tienen ciclos económicos distintos, no tendría sentido. Tampoco lo tiene para China.
Las sanciones impuestas a Rusia han cambiado el escenario por completo. Básicamente, se puede decir que Estados Unidos declaró en impago la deuda del banco central ruso. Unas sanciones que dificultan las transacciones comerciales. Este cambio ha favorecido que China este optando por desvincularse, y de forma rápida, de este sistema suyo centrado en el dólar.
Otro de los grandes hilos narrativos del libro es China. ¿Puede el renminbi llegar a desempeñar un papel relevante en el sistema monetario internacional en el futuro?
Para mí es evidente que sí, y que va a ser muy importante. No va a utilizarse en Madrid, desde luego, pero sí será muy relevante muy pronto en otros lugares. Pensemos en todos aquellos países con una elevada dependencia comercial de China: Ruanda, Etiopía, la mayor parte de regiones en Asia o América Latina. El primer socio comercial es China.
Además, muchos de esos países están gobernados por autócratas que desconfían de Estados Unidos, tanto o más que de China. Muchos países de Oriente Medio no quieren escuchar las lecciones moralizantes de Estados Unidos o Europa sobre cómo deben gobernarse. Por eso importa poco si el régimen chino es francamente opaco en muchos aspectos. La idea de que China nunca podrá ganar cuota de mercado es simplemente absurda.

Otro tema central en la discusión escenario geoeconómico global es el altísimo déficit fiscal en Estados Unidos. Señor Rogoff, ¿cómo se compara este episodio con otros momentos del pasado?
El gran cambio —y fue una de las razones fundamentales que también me empujaron a escribir el libro— es que, en mi opinión, los tipos de interés a largo plazo se han normalizado hacia tasas más en línea con la tendencia histórica. Un cambio que tiene una enorme implicación para el sector público ya que cambia la ecuación presupuestaria por completo. También está pasando en Europa. Durante más de una década se impuso la idea de que la deuda era prácticamente un “free lunch”. Economistas de la talla de Olivier Blanchard básicamente sostenían que no hacía falta preocuparse por los niveles de endeudamiento. Larry Summers, Joseph Stiglitz, Paul Krugman se unieron a este mismo coro de que los “déficits no importan”.
¿Qué lecciones de la historia estaría bien no olvidar?
En muchos aspectos, este libro es una continuación de This Time Is Different, especialmente en sus últimas partes. Hay un error muy frecuente en los mercados y es pensar que tendencias de 10 o 15 años durarán cuarenta. Lo vemos en muchas grandes predicciones que pasan a dominar la narrativa de los mercados. Cuando Goldman Sachs predice que China superará a EE. UU., cuando Bernanke dice que el tipo de la Fed nunca superará el 4%, cuando se dice que el dólar seguirá reinando para siempre… Son afirmaciones realizadas sin una correcta perspectiva temporal. En este libro intento ofrecer al lector justamente esto. Volviendo al tema central de dólar: la existencia de una divisa de reserva no es para siempre, es un dominio que irremediablemente se erosiona con el tiempo. Basta mirar a los holandeses o los españoles, que en su momento transitaron por este mismo problema.
El siglo XVI fue nuestro, señor Rogoff…
Este dominio español se menciona en el libro. El problema es olvidar tus propias limitaciones y restricciones. Y aunque no me lo preguntaste, cuantitativamente, el llamado “privilegio exorbitante” es que un tercio de nuestra deuda la tiene el resto del mundo. Pero no es todo. Tal vez podamos endeudarnos un tercio más, pero no tres veces más. El “privilegio” tiene también sus límites y parece que nos estamos olvidando de estos límites como lo hicieron otros antes que nosotros.