Aunque para muchos el Producto Interno Bruto (PIB) es el principal indicador para evaluar la economía mundial, diversos expertos advierten que, considerado de forma aislada, no es el más adecuado para este propósito. ¿La razón? Si bien refleja el valor de los bienes y servicios producidos, no abarca aspectos clave del bienestar económico, como la calidad de vida, la distribución de la riqueza o el desarrollo económico y social de la población. ¿Cuáles son los indicadores más ‘respetados’ y qué indican? Rafael Sierra los repasa en el último número de la revista.
En 1944, con el planeta todavía sumido en plena Segunda Guerra Mundial, en la pequeña localidad estadounidense de Bretton Woods se sentaron las bases de un nuevo sistema económico global que promoviera la coordinación internacional, la reconstrucción y el crecimiento del comercio. Además de constituirse organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Grupo del Banco Mundial, se fijó la evolución del producto interior bruto (PIB) como herramienta estándar para medir el tamaño de las economías nacionales y, por la suma de estas, de la economía mundial.
PIB, ¿el mejor de los indicadores?
Sin embargo, ¿es realmente el PIB el mejor indicador para evaluar la situación económica global? Algunos expertos creen que no, por diversos motivos. Uno de ellos es que no tiene en cuenta la economía sumergida, del mismo modo que tampoco contempla el efecto del voluntariado ni recoge el valor real de las labores domésticas, como cocinar o atender a familiares enfermos, que en países emergentes constituyen la base de muchas familias y son un eje clave en economías de trueque. Además, otra crítica habitual a esta magnitud es su enfoque exclusivamente cuantitativo, que no permite valorar dimensiones más cualitativas, como el bienestar ciudadano o la calidad de vida.
En esta línea de pensamiento se manifiesta Alberto Ades, director de Investigación y Estrategia en el fondo global de inversión NWI Management y autor de Economía conversada, para quien “los datos del PIB tienen limitaciones importantes para el seguimiento económico en tiempo real: se publican con varios meses de retraso y, en la mayoría de los países, solo están disponibles trimestralmente”. José Manuel Marín, fundador de Fortuna SFP, complementa esta idea al afirmar que “el PIB ofrece solo una fotografía estática y retrospectiva, incapaz de capturar con agilidad los cambios que se están gestando en tiempo real”.
Indicadores alternativos al PIB
El propio Marín sostiene que “para comprender verdaderamente el pulso de la economía global, es fundamental observar un conjunto de indicadores más dinámicos, como una especie de ‘vídeo en movimiento’, que ofrezcan en conjunto señales tempranas y más detalladas”. Entre ellos, este experto destaca:
- Tasa mundial de desempleo, crecimiento salarial y participación laboral, porque “reflejan la vitalidad del mercado interno y la confianza del consumidor, y son una señal directa del bienestar económico de la población”.
- Índices de gerentes de compras (PMI), ya que “miden la actividad tanto en el sector manufacturero como en el de servicios, captando el sentimiento de las empresas y anticipando cambios en la producción, las órdenes de compra y el empleo”.
- Comercio global de bienes y servicios, porque “analiza la demanda agregada y el grado de interconexión entre las economías, advirtiendo posibles desaceleraciones o tensiones globales”.
Indicadores de alta frecuencia
Ades, por su parte, argumenta que para medir con mayor objetividad la evolución económica mundial conviene combinar lo que denomina indicadores de alta frecuencia. “El tráfico en puertos clave como Shanghái, Singapur, Róterdam, Los Ángeles o Long Beach revela el movimiento del comercio global; el Baltic Dry Index ofrece una referencia rápida del coste de transporte de materias primas, mientras que indicadores como el consumo eléctrico, combinados con los precios de commodities (materias primas) y los spreads financieros (diferenciales de riesgo), permiten obtener una fotografía mucho más actualizada de la economía mundial”, afirma.
En una posición intermedia se sitúan expertos como Peter Dougherty, financial planner en Nissan Wealth Management, quien, aunque sostiene que “el PIB es el mejor indicador para evaluar la marcha de la economía global”, recomienda complementarlo con otras variables para obtener una radiografía más objetiva. Entre ellas, destaca el volumen del comercio internacional, ya que “anticipa posibles problemas en los intercambios globales, como el incremento de aranceles”, o la participación de la fuerza laboral, porque “permite valorar si el crecimiento se traduce en oportunidades de empleo reales”.
Bolsas, oro y petróleo
¿Y qué ocurre con los mercados financieros? Pocos dudan del papel crucial que juegan las bolsas internacionales en la asignación global de recursos y en el impulso de la economía mundial. Pero ¿su evolución es realmente un buen termómetro del contexto económico global?
La teoría indica que sí, aunque con matices. Tal vez el ejemplo más paradigmático sea el del famoso crack del 29, que provocó una caída masiva en la Bolsa de Nueva York que se replicó en prácticamente todas las del mundo, y que es considerada una de las peores crisis bursátiles de la historia. Sin embargo, también hay casos más recientes que apuntan en la dirección contraria. Por ejemplo, tanto en la crisis financiera de 2008 como durante la pandemia de la COVID-19, los mercados financieros se recuperaron mucho más rápido que la economía real, generando beneficios que los hogares tardaron meses —o años— en percibir.
En cualquier caso, José Manuel Marín lo tiene claro: “Aunque volátiles y sensibles al ruido, los mercados bursátiles reflejan las expectativas de crecimiento, riesgo y liquidez, y son útiles como brújula a corto plazo, siempre que se interpreten con cautela”. En una línea similar se manifiesta Pedro del Pozo, director de Inversiones Financieras en Mutualidad. A su juicio, “no todos los índices financieros son iguales, por lo que hay que elegir con criterio aquellos que realmente pueden servir como termómetro de la economía mundial”.
S&P 500 y VIX, su antítesis
Para Del Pozo, posiblemente el índice que mejor replica la economía global es el S&P 500, que agrupa a las 500 principales compañías de la economía de Estados Unidos. “Se trata de un muy buen indicador de coyuntura, al reflejar subidas y bajadas más tácticas. De hecho, su derivado, el VIX, es conocido como el ‘indicador del pánico’”, explica este experto. Además, añade que el S&P 500 “es un buen proxy (referencia) a largo plazo del desempeño económico de las empresas de un país y, por extensión, de la evolución del propio país, ya que funciona mejor con expectativas empresariales que con resultados ya realizados”.
Del Pozo subraya también el comportamiento del oro y del petróleo como buenos referentes para analizar la coyuntura económica. En el caso del metal dorado, porque “es un buen marcador de coyuntura, o más exactamente, de aversión al riesgo. A largo plazo, su valor como indicador pierde fuerza, ya que el oro, además de ser un activo refugio, forma parte del balance de los bancos centrales, lo que distorsiona su lectura económica”. En cuanto al petróleo, señala que “suele reaccionar de forma directamente proporcional al riesgo, especialmente al geopolítico. Es un dato mucho más indicativo de pánico inmediato que de evolución económica sostenida”.
Medir el bienestar real
Uno de los economistas más reconocidos que fue galardonado con el Premio Nobel por sus estudios sobre mercados con información asimétrica es Joseph Stiglitz, quien defiende que “es necesario poner fin cuanto antes a la dictadura del PIB”, ya que, en su opinión, su crecimiento no implica necesariamente un mayor beneficio para toda la población, dado que el incremento de la riqueza puede concentrarse en unos pocos.
Por eso, economistas como él abogan por otros indicadores para evaluar la economía real, como el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Naciones Unidas, que se centra en aspectos como la esperanza de vida, la alfabetización o el acceso a la educación; es decir, dimensiones estrechamente ligadas a la calidad de vida.
Otros indicadores
Al albor del auge del IDH, en los últimos años han ganado también protagonismo otros indicadores como:
- El Índice de Vida Mejor de la OCDE, que evalúa el bienestar en 11 dimensiones (vivienda, conciliación personal y familiar, acceso a la educación, etc.).
- El Índice de Pobreza Multidimensional, que analiza la pobreza teniendo en cuenta factores como la salud o el nivel de vida, más allá del ingreso monetario.
- La Felicidad Nacional Bruta, un singular indicador originario de Bután que pone el foco en el bienestar emocional y social, complementando las métricas económicas convencionales.
Entonces, ¿con qué indicador quedarse para medir la salud de la economía mundial? Si hubiera que escoger solo uno, algunos expertos siguen apostando por el PIB, a pesar de sus limitaciones, bien resumidas en una célebre frase del filósofo Zygmunt Bauman: “El PIB lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida”. Sin embargo, quizá la postura más sensata sea la de economistas como José Manuel Marín, para quien “analizar indicadores de forma aislada puede resultar incompleto. Evaluados en conjunto, permiten anticipar giros económicos, detectar puntos de inflexión y comprender mejor tanto las dinámicas estructurales como coyunturales, incluyendo la evolución de la economía mundial”.