Asistimos al taller exprés de educación financiera propuesto por EFPA España a las puertas del verano. Una sesión repleta de mensajes útiles tanto para clientes como para quienes ejercen como asesores financieros con una idea que lo atravesaba todo: el verano también necesita planificación.
Elena Álvaro y Miriam Rovira son dos rostros conocidos por todos aquellos profesionales que en el último año han podido asistir a alguno de los talleres propuestos desde EFPA España dentro de su Programa EFPA de Educación Financiera.
Durante algo más de hora y media, ofrecieron un recorrido práctico, con mirada estratégica y cercana, sobre cómo las decisiones de ocio pueden tener un impacto directo —y muchas veces inadvertido— en la salud financiera familiar. Porque sí, las vacaciones pueden ser merecidas, necesarias e incluso terapéuticas. Pero no deben convertirse en una fuente de estrés económico a la vuelta. O entonces, no habrán servido de nada.
La sesión arrancó con una reflexión potente: sin balance familiar actualizado no hay base para ninguna decisión financiera sólida. Elena nos recordó que ese balance debe incluir no solo lo obvio (viviendas, cuentas, vehículos), sino también activos menos tangibles pero igualmente relevantes: obras de arte, joyas, préstamos a terceros, etc. El concepto de patrimonio neto dejó de ser una simple resta entre activos y pasivos, para convertirse en una fotografía vital, que conviene revisar con rigor al menos dos veces al año.
Educación financiera: Por qué tener carpeta roja
En este punto surgió un elemento clave del taller: la carpeta roja. Un objeto (y un color) simbólico, pero muy real, que representa ese espacio —físico o digital— donde se concentra la información crítica de una familia: balance patrimonial, posibles designaciones de tutela, seguros en vigor, disposiciones testamentarias… Todo debe estar dentro de esa carpeta. La experiencia compartida por las ponentes fue reveladora: muchas pólizas se quedan sin cobrar sencillamente porque nadie sabe que existen. Informar a hijos o personas cercanas de la existencia y localización de esa carpeta puede marcar la diferencia entre orden y caos, entre protección y pérdida.
El presupuesto fue otro de los pilares de la sesión. Miriam insistió con claridad: el ahorro no es lo que queda al final del mes, es una obligación periódica que debe estar contemplada como un gasto fijo más. El 10% fue el umbral recomendado, pero lo fundamental es la constancia. Además, se abordó la dificultad real de proyectar presupuestos anuales y cómo, ante esa variabilidad mensual, es preferible construir márgenes adaptativos. La clave no está en calcular con exactitud lo que costarán las vacaciones, sino en integrarlas dentro de un esquema financiero que tenga sentido en conjunto.
Organización de cuentas corrientes
Especial atención mereció el apartado de organización de cuentas corrientes. Una estrategia sencilla, pero todavía poco habitual, fue planteada: una cuenta para domiciliaciones sin tarjeta asociada, otra para el día a día con tarjeta de débito y, por supuesto, el fondo de emergencia equivalente a seis meses de gastos esenciales. Este “colchón” no debe confundirse con el ahorro vacacional. Es intocable, incluso en caso de averías inesperadas o sobrecostes durante el viaje.
Uno de los puntos más lúcidos del taller fue la distinción entre ingresos y capacidad financiera. Una familia con altos ingresos, pero sin cultura de planificación, puede enfrentarse a la misma cuesta de septiembre que otra con recursos más limitados. Porque lo que marca la diferencia no es cuánto entra, sino cómo se gestiona lo que entra, y sobre todo, cuánto se conserva. Miriam lo expresó con contundencia: las vacaciones no deben diseñarse en función del ingreso, sino del ahorro disponible.
En esta línea, también se abordó el uso responsable del crédito. Pedir un préstamo para las vacaciones debe ser siempre la última opción, y nunca con una carga que supere el 30% de los ingresos familiares. Mucho menos financiar con tarjetas de crédito en pagos aplazados, una práctica que puede comprometer seriamente la economía doméstica a medio plazo. El presupuesto vacacional debe incluir transporte, alojamiento, comidas, ocio y una partida para imprevistos.
Visión vital y visión financiera
Uno de los momentos más interesantes fue el cruce entre lo que las ponentes llamaron visión vital y visión financiera. Elena y Miriam plantearon una premisa sencilla: no se puede asesorar bien si no se conoce el estilo de vida del cliente, su entorno, su salud, sus prioridades reales. Es ahí donde se pone números a los objetivos vitales. Y donde la planificación financiera deja de ser una secuencia de productos y se convierte en acompañamiento integral: gestión de activos, planificación fiscal, jubilación, sucesiones. Todo eso parte de una conversación. O mejor dicho, de muchas conversaciones bien planteadas.
La sesión cerró con una advertencia realista: la cuesta de septiembre existe y empieza antes de lo que muchos piensan. Pero puede evitarse si se planifica con tiempo. Hay que mantener el fondo de emergencia intacto y recordar que la la vuelta al cole facilmente costará unos 371 euros por hijo, según los últimos datos. Las improvisaciones de verano siempre arrastran consecuencias.
Por último, se habló también del boom de estafas online (evitar ofertas sospechosas o ‘chollos’ imposibles), de valorar los “todo incluido” como opción práctica para evitar sustos, y de las vacaciones locales como alternativa sensata. Y, sobre todo, de la necesidad de mantener el sentido común financiero incluso cuando el cuerpo se relaja. Porque si algo quedó claro es que la educación financiera no se va de vacaciones. Al contrario, en verano es cuando más se la necesita.
¿Y si tú fueras el próximo en marcar la diferencia?
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