La conferencia de Tim Harford, economista y divulgador de la BBC, en el marco del 25.º aniversario de EFPA España, fue una invitación a replantearnos cómo entendemos los datos, cómo confiamos en ellos y cómo influyen en nuestra manera de tomar decisiones financieras. Con su estilo habitual —claridad, humor y rigor— Harford partió de una pregunta sorprendente para hablar de confianza, estadísticas y finanzas personales.
Harford, famoso por su capacidad para explicar fenómenos complejos con ejemplos simples, comenzó su charla en las Drassanes Reials con una pregunta que nadie esperaba en un evento sobre economía y finanzas personales: “¿De dónde vienen los bebés?”. Más sorprendente aún fue la “respuesta” que mostró mediante un gráfico que relacionaba el número de cigüeñas en distintos países europeos con el número de bebés nacidos en esos mismos países. Su conclusión aparente: donde hay más cigüeñas, nacen más bebés.
Quien conociera el estilo de Harford intuía que aquello era una provocación. Pero el gráfico estaba ahí, con datos reales y una correlación estadística impecable. Incluso citó estudios que “respaldaban” esa asociación. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué nos quería decir?
La magia —y el peligro— de la correlación, según Harford
Harford desveló la clave: los países pequeños no tienen espacio para muchas cigüeñas ni para muchos bebés; los países grandes sí. La correlación era real, pero no había ninguna relación causal. El verdadero factor explicativo era el tamaño del país. Un ejemplo para recordar que la estadística puede ser poderosa, pero también engañosa cuando se analiza sin contexto.
Lo fascinante de este ejemplo es que no es un mero truco. Aparece en How to Lie with Statistics, el célebre libro del periodista Darrell Huff publicado en los años 50. Este libro popularizó una mentalidad que caló profundamente: la idea de que las estadísticas pueden manipularse para probar casi cualquier cosa y que, por tanto, debemos desconfiar siempre de ellas.
La filosofía de la sospecha permanente
Según Huff, cada gráfico que vemos en prensa, cada porcentaje que nos presentan en televisión, cada cifra que un político o una empresa ofrece, viene acompañado de una intención oculta. La única defensa, decía, es sospechar.
Harford matiza que este mensaje, aunque útil para evitar caer en trampas evidentes, se ha convertido en una “vacuna mal diseñada”: despierta sospecha incluso frente a datos honestos, y eso tiene consecuencias devastadoras. En una sociedad cada vez más compleja, donde casi todas las decisiones importantes se apoyan en información cuantitativa, renunciar a confiar en las estadísticas equivale a renunciar a comprender el mundo.
Cómo esta desconfianza fue usada para ocultar la verdad
La historia de Darrell Huff da un giro especialmente revelador en los años 60, como contó Harford a los profesionales reunidos para la ocasión. En EE. UU., el Senado debatía la posibilidad de incluir advertencias sanitarias en los paquetes de cigarrillos, basándose en estudios epidemiológicos que mostraban la relación entre tabaco y cáncer de pulmón. La industria tabacalera se defendía alegando que esa relación era “simplemente correlacional”: las personas que fumaban podían tener otros hábitos peligrosos, o quizás existía una tercera causa común.
En ese contexto, la industria llamó a declarar al propio Huff, cuya reputación como experto en “mentiras estadísticas” lo convertía en un aliado ideal. Durante la audiencia, reconoció que existía una relación entre tabaquismo y cáncer, pero inmediatamente la comparó con la relación entre cigüeñas y bebés. Para él, ambas eran igual de engañosas.
La estrategia funcionó durante años: sembró duda, desconfianza y confusión. La industria explotó la mentalidad promovida por el libro de Huff para afirmar: “los médicos te mienten, los estadísticos te mienten, las instituciones te mienten”. Mientras tanto, los consumidores siguieron fumando sin información clara de los riesgos.
Harford: la desconfianza como enemigo financiero
Harford estableció un paralelismo claro con el presente. Aunque hoy sabemos detectar muchas manipulaciones estadísticas, la desconfianza excesiva sigue viva. Y se manifiesta especialmente en las finanzas personales.
Mucha gente desconfía de los números que acompañan productos financieros, informes económicos o proyecciones de inversión. Desconfía de los asesores, de los gráficos, de las predicciones. Y aunque es cierto que existe fraude y mala praxis, esa desconfianza absoluta termina generando un problema mayor: la parálisis.
Harford describió un fenómeno común: personas que no invierten porque “todos mienten”, que rechazan asesoramiento porque “los bancos quieren engañarme”, que evitan productos de ahorro a largo plazo porque “seguro que esto tiene truco”. El miedo a los números se transforma en miedo a actuar. Y esa inacción puede ser extremadamente costosa.
Como recordó, el dinero inmóvil pierde valor con la inflación. La falta de planificación conduce a carencias futuras. La ausencia total de riesgo, paradójicamente, se convierte en el mayor riesgo.
Un problema psicológico y social
Harford subrayó que este miedo no es racional: es emocional. Los números tienen la capacidad de hacernos sentir vulnerables, incompetentes o manipulables. Además, la avalancha de información actual —datos sin contexto, gráficos incompletos, titulares sensacionalistas— alimenta la idea de que todo está diseñado para engañarnos.
La consecuencia es un círculo vicioso: cuanto menos entendemos los números, más miedo generan; y cuanto más miedo generan, menos los queremos aprender. La buena noticia es que este problema tiene solución. Y es el motivo por el que Harford propone un marco práctico para reconstruir la relación con los datos sin caer ni en la ingenuidad ni en el escepticismo total. Ese marco —las Tres C: Calma, Contexto y Curiosidad— se desarrolla en profundidad en la segunda parte de esta serie, disponible próximamente.































