La inteligencia artificial está transformando el sector financiero, pero su integración en el asesoramiento de inversiones no está exenta de retos. La normativa MiFID II, diseñada para garantizar transparencia y protección al inversor, se enfrenta ahora al desafío de regular el uso de algoritmos en la toma de decisiones. ¿Cómo combinar innovación tecnológica con cumplimiento normativo sin perder el juicio humano? Expertas de Finreg360 analizaron las claves en el webinar organizado por EFPA España.
“La inteligencia artificial debe ser una herramienta no de resultados, sino de apoyo al asesor financiero y al gestor de inversiones; el conocimiento y seguimiento humanos son imprescindibles para evitar riesgos”. Este es el mensaje que comparten María Vidal, abogada experta en protección de datos y nuevas tecnologías y socia en Finreg360, y Úrsula García, socia fundadora de Finreg360.
La convergencia entre la normativa MiFID II y el uso creciente de la inteligencia artificial (IA) en la actividad de inversión plantea un escenario de oportunidades y desafíos para los asesores financieros. La regulación europea, diseñada para reforzar la transparencia y la protección del inversor, se enfrenta ahora a un nuevo actor: algoritmos capaces de procesar datos masivos y generar recomendaciones de inversión en tiempo real.
El marco regulatorio de MiFID II
MiFID II, en vigor desde 2018, persigue dos objetivos centrales: incrementar la protección del cliente y aumentar la competencia en los mercados financieros. La CNMV ya advertía que esta directiva buscaba un sistema más seguro y transparente. En la práctica, ha supuesto cambios profundos en la distribución de fondos, limitando retrocesiones y obligando a un asesoramiento más independiente.
“MiFID II sacude las finanzas porque obliga a las entidades a replantear su modelo de negocio, encareciendo costes de cumplimiento y exigiendo mayor control interno. Para los asesores, esto ha significado un esfuerzo adicional en documentación, reporting y justificación de las recomendaciones”.
La IA se ha convertido en un aliado estratégico en la gestión de inversiones. Según María Vidal y Úrsula García, “la tecnología no sustituye al asesor, pero sí simplifica su labor y mejora la eficiencia. La IA puede reducir costes y aportar valor añadido, siempre que se utilice como complemento y no como sustituto del juicio humano. En el sector financiero, la IA puede ser una herramienta útil para cumplir con MiFID, especialmente en la clasificación de clientes, la evaluación de idoneidad y la gestión de riesgos. La automatización permite un análisis más preciso de carteras y una mejor detección de conflictos de interés, aspectos clave para la normativa”.
Decisiones más allá del algoritmo
Ambas expertas en regulación financiera apuntan a la guía de ESMA sobre el buen uso de la IA en inversiones: no basarse únicamente en algoritmos para tomar decisiones y considerar los riesgos de información incorrecta. “La IA debe ser vista como un recurso adicional, no como un sustituto de la responsabilidad fiduciaria del asesor, y se exige total transparencia con el cliente en cuanto a su utilización”.
María Vidal y Úrsula García advierten que la integración de IA en el asesoramiento financiero debe alinearse con los principios de MiFID II. María Vidal destaca que “los algoritmos no eximen de responsabilidad a las entidades; el deber de diligencia y transparencia sigue siendo humano”.
Otro elemento importante es la supervisión de la ESMA sobre la mejor ejecución de órdenes, que obliga a las entidades a evaluar la efectividad de sus políticas, incluso cuando se apoyen en sistemas automatizados. “Esto implica que los asesores deben entender cómo funcionan los modelos de IA que utilizan y ser capaces de explicarlo al cliente y al regulador. La innovación tecnológica no puede desligarse del cumplimiento normativo”.
MiFID II e IA: oportunidades para los asesores financieros
La combinación de MiFID II e IA abre un abanico de oportunidades:
- Mejor conocimiento del cliente: algoritmos que analizan perfiles de riesgo y preferencias de inversión con mayor precisión.
- Eficiencia operativa: reducción de tareas administrativas y generación automática de informes de costes y gastos exigidos por MiFID II.
- Detección de conflictos de interés: sistemas que monitorizan en tiempo real las operaciones y alertan sobre posibles incumplimientos.
- Personalización del asesoramiento: IA que sugiere estrategias adaptadas a cada cliente, siempre bajo supervisión humana.
Riesgos y desafíos
Sin embargo, también existen riesgos:
- Opacidad algorítmica: los asesores deben ser capaces de explicar cómo se generan las recomendaciones.
- Dependencia tecnológica: confiar excesivamente en la IA puede llevar a errores si los datos son incompletos o sesgados.
- Responsabilidad legal: la normativa deja claro que la entidad sigue siendo responsable, aunque utilice herramientas automatizadas.
- Costes de adaptación: integrar IA en procesos regulados requiere inversión en compliance y formación.
En definitiva, el Reglamento de IA, aprobado en agosto de 2024, también es una norma que va a cambiar muchas cosas: “Es muy parecido al de protección de datos. Son normas espejo. Como jurista, te sientes cómodo porque el Reglamento de IA ya se conoce, pero eso no ha pasado con el recién aprobado Reglamento Dora. Esta es una norma con mucho impacto y muy distinta de lo que teníamos en la mesa de la normativa de las entidades financieras”, señalan María Vidal y Úrsula García desde Finreg360.



























