La industria armamentística vuelve a ser (si alguna vez dejó de serlo) percibida como uno de los sectores más rentables del panorama económico global. Más allá del debate moral que despierta, los datos reflejan una realidad ineludible: el negocio de la guerra mueve miles de millones y ofrece a los inversores una oportunidad de crecimiento sostenido.
Es bien sabido que la situación geopolítica incide directamente en la economía, no solo del lugar donde se produce el conflicto y su entorno más cercano, sino en todo el mundo globalizado en el que vivimos. Desde hace cerca de año y medio, las miradas se dirigen a dos grandes conflictos armados que están teniendo lugar y que afectan directamente a las principales potencias: por un lado, la guerra entre Rusia y Ucrania, en el corazón de Europa, que pone a prueba la fortaleza de la UE ante un conflicto bélico en su propio continente. Por otro lado, el conflicto entre Palestina e Israel en la franja de Gaza y Cisjordania. Ambos enfrentamientos han implicado la participación indirecta de potencias económicas como China, Estados Unidos, Rusia y la propia UE.
Industria armamentística, la constante para la maquinaria de guerra
Que la guerra siempre ha generado negocio para unos pocos es prácticamente un axioma. Con los conflictos aún activos, ya se cierran acuerdos multimillonarios para la futura reconstrucción, y el apoyo a uno u otro bando suele negociarse en función de intereses comerciales. Pero hasta que ese momento llegue, la maquinaria de guerra requiere una constante: la industria armamentística.
En la reciente Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, propuso congelar las reglas fiscales para poder invertir miles de millones en gasto militar. Planteó activar la cláusula de excepción del Pacto de Estabilidad para las finanzas públicas, con el objetivo de realizar una inversión que se percibe como necesaria ante los conflictos actuales.
Y es que, por mucho que nos incomode, algo ha quedado claro en la economía moderna: la guerra genera riqueza para ciertos sectores. Estados Unidos ha presionado para que los países de la OTAN aumenten su gasto militar hasta alcanzar el 2% del PIB para 2029. En el caso de España, en 2024 destinamos el 1,28% de nuestro PIB (unos 17.523 millones de euros) a Defensa. Si se cumplen los objetivos, esta cifra deberá elevarse a 36.560 millones en cuatro años. La conclusión es clara: el gasto militar no solo ha aumentado, sino que seguirá creciendo.
Guerras modernas, combates tradicionales
Los conflictos en Ucrania y Gaza también han demostrado que las guerras actuales no difieren tanto de las que imaginábamos superadas. Lejos de una guerra nuclear de “botón rojo”, seguimos viendo combates tradicionales: armas cortas, fusiles de asalto, tanques, carros blindados y soldados avanzando calle por calle. Todo ello requiere una industria armamentística sólida para proveer a los ejércitos.
En España existen actualmente 381 empresas armamentísticas, de las cuales 112 son exportadoras. La Asociación Española de Empresas Tecnológicas de Defensa, Aeronáutica y Espacio (TEDAE) agrupa a 74 de ellas. Según el informe Spain, Defence & Security Industry, España es el sexto país exportador de armas del mundo y esta industria genera alrededor de 36.000 empleos.
El 90% del negocio armamentístico español lo concentran empresas como Airbus Defence and Space, Airbus Military, Indra Sistemas, Navantia, ITP, Airbus Helicopters España, Iveco España, Cepsa, Santa Bárbara Sistemas, Hisdesat, Telefónica España y Expal. Cabe señalar que el sector incluye no solo armamento, sino también productos y servicios relacionados con estrategia, comunicaciones, geolocalización y logística.
Algunos datos sobre beneficios y facturación
Veamos algunos datos de facturación y beneficio de estas compañías en 2023, ya con los conflictos activos. Airbus facturó 65.400 millones de euros, con un beneficio de 3.789 millones. Santa Bárbara alcanzó 42.300 millones de facturación con un beneficio de 3.055 millones. Expal facturó 7.176 millones con un beneficio de 535 millones, e ITP alcanzó 1.305 millones de facturación con 217 millones de beneficio. Indra, por su parte, facturó 4.343 millones, ganando 206 millones, lo que supuso un incremento del 20% respecto al año anterior.
Estas cifras revelan un crecimiento exponencial en ingresos y beneficios para las empresas del sector, que están atrayendo cada vez más a los inversores. Un ejemplo: en lo que va de año, Indra ha crecido un 3,6% en el IBEX. Esta tendencia también se refleja en la economía más local. Trubia, en Asturias, ha revitalizado su economía gracias al aumento de la actividad en su histórica fábrica de armas, que ha facturado 315 millones desde el estallido de los recientes conflictos.
Industria armamentística: rentabilidad, crecimiento y escasas restricciones regulatorias
A nivel europeo, empresas cotizadas como la alemana MTU Aero Engines, la italiana Leonardo (+7%), la británica BAE Systems (+7,5%) o las francesas Thales y Dassault Aviation (+6%) también han experimentado notables revalorizaciones bursátiles. Según el índice Stoxx Europe Total Market Aerospace & Defence, el sector ha crecido un 15% en lo que va de año.
Aunque España aprobó en 2007 una Ley sobre el Comercio de Armas para promover la transparencia y evitar exportaciones a países que violan derechos humanos o fomentan conflictos, la realidad es que su aplicación es ambigua y la legislación laxa. Esta permisividad, unida al peso del sector en el PIB, garantiza que su crecimiento continúe.
En definitiva, más allá de las valoraciones éticas, lo cierto es que la industria armamentística representa un sector con alta rentabilidad, fuerte crecimiento y escasas restricciones regulatorias. Una opción de inversión que, aunque moralmente debatible, parece estar blindada por el contexto geopolítico actual.