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Oscar Ramírez: “El asesor financiero tendrá que invertir en su activo más preciado: la relación con el cliente”

La figura del Agente EFPA

The Office es una mítica serie de humor de la BBC. Semana tras semana, en un gris polígono industrial a las afueras de Londres, el protagonista vende con desgana papel al por mayor. Sus clientes le importan un bledo, y mejor no hablar de sus jefes y compañeros de trabajo.

En su estreno, allá por el 2001, millones de espectadores nos agolpábamos semanalmente frente al televisor para disfrutar de esta comedia.

¿Y dónde está la gracia? ¿Dónde radica el éxito de esta serie televisiva?

Los británicos son especialistas en reírse de sí mismos. Los telespectadores se sienten identificados con los personajes de la oficina y su insufrible monotonía diaria. The Office es una divertida pero deprimente válvula de escape.

Aquella serie fue para mí, a la sazón un triste oficinista en Edimburgo, como si el fantasma de las Navidades Futuras dickensiano se presentará ante mí; aquel que advertía al mísero Scrooge: “Así vas a acabar el resto de tus días.” Scrooge le dio un vuelco radical a su vida. Yo también.

Dejé mi trabajo para volver a la universidad y desde hace 16 años soy asesor financiero, una de las profesiones más variadas y apasionantes que conozco.

Ser asesores financieros nos permite, cual espectadores de una adictiva serie de Netflix, seguir la actualidad mundial al minuto, sentados en una butaca de primera fila. Y es que nuestro bienestar y el de nuestros clientes, al menos en el corto plazo, depende de dicha actualidad.

Muchos expertos apuntan a que la Inteligencia Artificial no solo está transformando el mundo de forma radical, sino que representa la nueva Guerra Fría entre las grandes superpotencias mundiales. Ahí estamos nosotros, acompañando de la mano a nuestros clientes, presenciado esta lucha encarnizada por el dominio planetario de los algoritmos y el Big Data.

Algunas proyecciones señalan que en pocos años el 50% de los trabajos en EE. UU. serán automatizables

Según Eric Topol, prominente cardiólogo experto en IA y medicina:

“La IA supone una amenaza cierta para algunas especialidades: la radiología es un claro ejemplo, dada la capacidad de los algoritmos para diagnosticar con más eficiencia y precisión que los humanos.”

Sin embargo, otras profesiones en el campo de la medicina van a florecer con fuerza, especialmente en las que se atiende al paciente directamente, y en las que la empatía desempeña un papel fundamental.

Los médicos de familia son buena prueba de ello. Para sobrevivir a la amenaza de la IA, hay que humanizar la medicina, dice Topol.

¿Y quiénes son los médicos de familia del sector bancario, los que tratan directamente con los pacientes financieros? Efectivamente, los asesores.

Para hacer frente a la incipiente crisis viral y para competir con las grandes empresas de Big Data que comienzan a entrar en el sector, la banca tiende hacia la eficiencia, la automatización y la industrialización de la atención al cliente.

En ocasiones la calidad del servicio se resiente

Ante este panorama no es de extrañar que, según la última encuesta de HelpMycash, el 55% de los clientes españoles estén dispuestos a cambiar de banco en los próximos tres meses. La insatisfacción, dice la OCU, está más acentuada entre los clientes de las grandes entidades.

Esto presenta una oportunidad única para quienes prioricen la calidad del servicio al cliente. Aunque no sabemos cómo acabará la película, parece obvio que el asesor, pieza clave cuyo principal activo en su relación con el cliente, va a desempeñar un papel fundamental.

El asesor financiero tendrá que invertir en su activo más preciado: la relación con el cliente.

Las principales formas de ofrecer asesoramiento financiero son: empleado de entidad financiera tradicional, EAFI (o similar) y agente. No cabe duda de que ante este panorama, la figura del agente está posicionada a la perfección para aprovechar el mundo de oportunidades que se abre ante nosotros.

Alguna de las ventajas de la figura del agente:

  1. Elevado grado de independencia y libertad: para decidir cómo fidelizar a los clientes, con qué entidad trabajar, qué productos ofrecer y cómo priorizar la calidad del servicio. Cierto es que figuras como las EAFIs permiten trabajar con varias entidades, pero la carga burocrática y los costes de estas entidades no son nada desdeñables.

  2. Elevados ingresos: con un mismo nivel de patrimonio gestionado, los ingresos de los agentes tienden a ser muy superiores a la media del sector. El agente ve compensada automáticamente en su cuenta de explotación la captación de un cliente nuevo. A diferencia del empleado, el agente no ha de esperar a la evaluación de fin de año para solicitar una subida de sueldo.

  3. Poder de negociación: Cuando se alcanzan ciertas cotas de generación de ingresos para la entidad resulta más sencillo negociar una mejora de condiciones tanto para los clientes como para el propio agente.

  4. El potencial de crecimiento: Tanto económico como en satisfacción personal el potencial de crecimiento puede llegar a ser exponencial.

Si se te apareciese tu particular fantasma de las Navidades Futuras, seguramente te diría: ¿Tienes la fortuna de estar a gusto con tu actual situación laboral? ¡Enhorabuena! Trabajas en un sector apasionante, bien remunerado y con un futuro prometedor. Pero si tienes ciertas inquietudes, tienes muchas ganas de trabajar y aún más de progresar, y quieres tener el control sobre tu futuro laboral, ¡hazte agente! Vale la pena.


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