El 20 de junio es el Yellow Day, considerado por algunos expertos como el día más feliz del año, -y si cae en viernes, como hoy, seguramente será aún más yellow-. Pero este estado de ánimo no solo se refleja en días más largos: también puede influir, y es la gran lección que hoy extraemos de la efeméride, en la forma en que tomamos decisiones financieras. Y, como sucede con el Blue Monday en enero, conviene estar alerta.
Este estado de felicidad viene favorecido por una combinación concreta, antagónica al Blue Monday de enero, del que ya hemos hablado alguna vez. Esto es: temperaturas agradables, más horas de luz, vacaciones a la vuelta de la esquina o la inminente llegada de la paga extra de verano. ¡Nada puede salir mal!
En este marco mental, entra en juego una disciplina cada vez más relevante en el mundo económico y de la que hemos hablado en diversas ocasiones: las finanzas conductuales. Esta rama de estudio nos recuerda que las decisiones de inversión no siempre responden a la lógica fría y matemática. En muchos (muchos) casos, están condicionadas por factores psicológicos, sociales y emocionales.
Yellow Day: el entorno positivo esconde riesgos
El Yellow Day nos enseña que cuando el entorno emocional es marcadamente positivo, podemos sentir una falta sensación de control. Ese optimismo puede reforzar, entre otros, el sesgo del exceso de confianza, una distorsión que lleva a sobreestimar el propio conocimiento, subestimar los riesgos reales del mercado y asumir (o esperar) que las decisiones tomadas serán acertadas solo por intuición. Esto se puede traducir, por ejemplo, en la práctica, en una tendencia a sobreponderar activos más volátiles. La sensación de bienestar general puede impulsar movimientos poco prudentes bajo la falsa premisa de que “todo va bien”.
En este contexto, el rol del asesor financiero es clave para actuar como filtro y referencia. Aprovechar el momento anímico para revisar objetivos es válido, pero debe hacerse con datos en la mano. El exceso de confianza se combate con método, disciplina y una mirada estructurada que recuerde al inversor que, aunque el contexto emocional influya, la estrategia debe construirse sobre fundamentos y objetivos, no sobre sensaciones pasajeras.
Sesgo de confirmación
Además del sesgo de exceso de confianza, se puede activar el sesgo de confirmación, otro de los grandes enemigos de la toma de decisiones. El buen humor general y el sesgo optimista hacen que muchos inversores busquen activamente solo las noticias, análisis o datos que refuercen su visión positiva del mercado. Cuando aparece, tendemos a ignorar, filtrar o minimizar toda información que contradiga una determinada creencia o premisa. Este sesgo lleva a construir una burbuja informativa: el inversor se convence de que su percepción del entorno es la única válida, reforzando decisiones que pueden no estar justificadas por la realidad del mercado.
Para los asesores financieros, esta realidad supone tanto una oportunidad como un desafío. Oportunidad porque es un buen momento para revisar objetivos, explorar nuevas alternativas de inversión o reforzar el compromiso con la planificación a largo plazo. El desafío, sin embargo, es mayor: evitar que ese optimismo puntual lleve a decisiones impulsivas, mal calibradas o alejadas del perfil real de riesgo del inversor.
El Yellow Day es, en definitiva, un recordatorio de que la labor del asesor consiste, por tanto, en algo más profundo que seleccionar fondos o diseñar carteras. Se trata de acompañar al cliente en su toma de decisiones, entendiendo no solo su perfil financiero, sino también su comportamiento emocional. Esto implica saber escuchar, hacer las preguntas adecuadas y tener la capacidad de detectar cuándo una decisión responde más a un estado de ánimo que a una estrategia consolidada.