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Yellow Day: motivos para no dejarse llevar por la euforia (y otras emociones)

Yellow Day

Aprovechamos el Yellow Day para recordar que reconocer y controlar las emociones (también las positivas, como la euforia) es fundamental para tomar decisiones financieras informadas y racionales.

Hoy es el Día más feliz del año. Es el Yellow Day. El contrapunto al Blue Monday (celebrado el tercer lunes del mes de enero) no podía caer, de entrada, en lunes. En concreto, el Yellow Day es hoy, martes 20 de junio. El día en el que confluyen una serie de variables que, según un grupo de expertos, elevan nuestro estado de ánimo. Mejor humor, optimismo y energía marcan -o deberían marcar- el paso en este día.

Del Blue Monday al Yellow Day

Si el Blue Monday se rige por el estado de nuestras finanzas tras los embistes navideños, las escasas horas de luz y las bajas temperaturas, el Yellow Day se mide por todo lo contrario: la despedida de la primavera y el inicio del verano, los planes y tiempo que pasamos al aire libre y la cercanía de las vacaciones. Quizá -para algunos- también por la llegada de la paga doble o la devolución de la renta (en caso de no salir ‘a pagar’).

Hoy, sin embargo, aprovechamos el Yellow Day para recordar el peso de las emociones en las decisiones financieras que tomamos y comprobar cómo los extremos -pesimismo y optimismo; tristeza y la euforia- pueden tocarse más de lo que parece, llegando al mismo destino. De hecho, el exceso de alegría y confianza han sido los protagonistas de algunos de los cracks más sonados del siglo XIX, que hoy revisamos. Son ejemplos de momentos en los que la euforia y el exceso de confianza en los mercados financieros han llevado a resultados negativos. Episodios que nos recuerdan la importancia de la cautela, la diversificación y la comprensión de los riesgos al tomar decisiones de inversión.

La euforia puede llevarnos a tomar decisiones impulsivas y arriesgadas y suele estar acompañada por la influencia social, es decir, el peso del comportamiento, opiniones o acciones de otras personas en nuestras propias decisiones. En momentos de mercado alcista o cuando vemos a otros obteniendo ganancias significativas, podemos sentirnos tentados y buscar rendimientos rápidos. Esto puede llevar a la sobreexposición a activos de alto riesgo o a una especulación excesiva sin una evaluación adecuada de los fundamentos.

La burbuja inmobiliaria en España

La fiebre del ‘ladrillo’ durante los años previos a la crisis de 2008 es un ejemplo claro. Muchas personas vieron en la inversión en bienes raíces una forma segura y rentable de hacer crecer su dinero, solicitando créditos que podían estar lejos de sus posibilidades financieras. Finalmente, el exceso de construcción y la especulación terminaron por colapsar el mercado.

El boom de las criptomonedas

A finales de 2017, el mercado de las criptomonedas con monedas como el Bitcoin alcanzó máximos históricos. Muchos inversores se sintieron atraídos por el potencial de ganancias rápidas. Pero como un canto de sirenas, en 2018, el mercado de las criptomonedas sufrió una caída significativa en los precios, dejando a muchos inversores con pérdidas considerables.

La crisis de las puntocom

Un fenómeno parecido tuvo lugar a finales de la década de 1990, cuando se produjo un auge en las empresas relacionadas con el comercio electrónico, la tecnología y los servicios en línea. Las acciones de muchas tecnológicas incipientes relacionadas con el entorno web experimentaron aumentos significativos en sus precios. Sin embargo, muchas de estas empresas tenían valoraciones infladas sin una base sólida en cuanto a ingresos y ganancias.

El bluf de las acciones de cannabis

Lalegalización de la marihuana en algunos estados americanos desató la euforia y la expectativa de un mercado en auge, lo que hizo crecer las acciones de empresas relacionadas con la industria del cannabis. Pero la burbuja se desinfló cuando los inversores comenzaron a darse cuenta de que las valoraciones estaban infladas y que no eran ni tan rentables ni tan sostenibles.

Para neutralizar los embistes de las emociones, la figura del asesor financiero es clave. No es casualidad que cada vez esté más formado en lo que conocemos como finanzas conductuales, economía conductual o psicología financiera, una rama de estudio que combina conceptos de la economía y la psicología para comprender y explicar el comportamiento humano en las decisiones financieras y de inversión.

En definitiva, las finanzas conductuales exploran cómo los sesgos y las emociones pueden afectar el proceso de toma de decisiones financieras, la formación de precios en los mercados y los resultados del mercado. Y la historia, como hemos visto (también la más reciente), está llena de ejemplos.

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