Tras analizar cómo nace la desconfianza hacia las estadísticas y cómo afecta a nuestras decisiones, Harford dedicó la segunda parte de su intervención en el acto de clausura del 25 aniversario de EFPA España a ofrecer una solución práctica: un método sencillo para pensar con más claridad y confianza en un entorno donde los datos se multiplican y donde nuevas tecnologías —como la inteligencia artificial— añaden oportunidades, pero también dudas.
Ese método es su marco de Tres C: Calma, Contexto y Curiosidad. Aunque parecen reglas simples, cada una responde a un problema profundo de cómo procesamos la información.
1. Calma: las emociones son el primer enemigo financiero, según Harford
Harford comenzó por la primera C: Calma. Según él, la mayoría de las decisiones financieras equivocadas no se deben a la falta de conocimiento, sino a reacciones emocionales. La psicología del inversor lo confirma: el miedo, la codicia, el enfado o la euforia suelen motivar operaciones impulsivas y costosas.
En los años 90, la transición de las operaciones telefónicas a las operaciones online reveló un fenómeno sorprendente. Aunque el acceso era más rápido, más barato y más sencillo, los inversores perdían más dinero. La explicación: la inmediatez creó un entorno perfecto para las decisiones impulsivas.
Hoy, con aplicaciones de trading en el móvil que muestran el rendimiento de la cartera minuto a minuto, el problema se ha amplificado. Las plataformas están diseñadas para estimular respuestas rápidas. Las notificaciones rojas, los gráficos en tiempo real, los avisos de “subida súbita” o “caída repentina” buscan provocar acción… aunque no siempre sea la acción correcta.
Las redes sociales, con sus titulares alarmantes, tampoco ayudan. Muchas noticias económicas están escritas para generar impacto emocional, no para informar. Harford propone un gesto simple: cuenta hasta tres. Identificar la emoción y aplazar la reacción evita errores. La calma no solo mejora las decisiones financieras, sino también la capacidad para evaluar información estadística de forma más racional.
2. Contexto: un número sin marco no significa nada
La segunda C es quizá la más poderosa intelectualmente: Contexto. Los números son siempre simplificaciones. Pueden ser útiles o engañosos según el marco que los acompañe. Cuando vemos un dato, deberíamos preguntarnos:
- ¿Se ha ajustado por inflación?
- ¿Qué periodo temporal abarca?
- ¿Qué se considera “normal” en este caso?
- ¿Qué se está comparando con qué?
- ¿Qué variables se han quedado fuera?
Harford insistió en que, sin estas preguntas, incluso los profesionales pueden cometer errores graves. Puso como ejemplo los modelos de riesgo de la crisis financiera: medían volatilidad reciente y lo interpretaban como riesgo estructural. Un error conceptual con consecuencias enormes.
El contexto personal: la dimensión más ignorada
Harford añadió un matiz crucial: el contexto no es solo técnico, también es personal. Una inversión adecuada para una persona de 25 años puede ser irresponsable para alguien de 60. La aversión al riesgo, los ingresos futuros esperados, los objetivos vitales o las responsabilidades familiares deben incorporarse al análisis.
Un asesor financiero competente no solo debe explicar cifras, sino ayudar al cliente a encontrar el marco adecuado para interpretarlas.
3. Curiosidad: el antídoto intelectual al miedo
La tercera C, Curiosidad, es el puente entre los números y la comprensión. Harford sostiene que la curiosidad transforma lo desconocido en algo manejable. En lugar de bloquearse ante un gráfico intimidante, la curiosidad lleva a preguntarse: “¿Por qué es así?”, “¿Qué significa realmente?”, “¿Qué pasa si lo comparo con otro dato?”.
El rol de la curiosidad en la educación financiera
Harford citó a Orson Welles: “El público puede entender cualquier cosa si antes se ha interesado por ella”. La curiosidad no solo ayuda a procesar mejor la información, sino que reduce la ansiedad. Cuando uno siente que puede hacer preguntas, ya no teme ser engañado.
Por ello, Harford insiste en que los comunicadores financieros deben fomentar la curiosidad, no solo dar respuestas. Un cliente curioso toma decisiones más lentas, más informadas y más seguras.
En el coloquio posterior con Luis Torras, colaborador de esta revista, surgió un tema inevitable: los modelos de lenguaje como ChatGPT. Harford reconoció que son herramientas extraordinarias, capaces de generar ideas, explicar conceptos complejos o proporcionar perspectivas útiles.
Pero advirtió un riesgo crítico: estas herramientas pueden inventar información con sorprendente coherencia. Harford relató que, al buscar ejemplos para un libro, pidió a una IA referencias específicas. El sistema generó nombres, fechas, datos históricos y números de página perfectos… pero totalmente falsos. No eran “alucinaciones”, sino “ilusiones”: invenciones diseñadas para sonar creíbles.
El reto para las profesiones basadas en la confianza según Harford
El asesoramiento financiero es una actividad profundamente basada en la confianza. Si una herramienta puede cambiar su respuesta un día para otro, o si no es verificable, no puede sustituir al criterio profesional. Las IAs pueden ayudar, pero no deben convertirse en autoridades incuestionables.
La cuestión clave es: ¿cuánto cuesta un error?. Y en finanzas, un error puede costar años de esfuerzo.
Harford cerró con la historia de Galileo: cuando invitó a las autoridades religiosas a mirar por el telescopio, se negaron. No porque dudaran del aparato, sino por miedo a ser engañados. Preferían mantener su visión del mundo antes que arriesgarse a una verdad incómoda. Las Tres C —Calma, Contexto y Curiosidad— buscan exactamente lo contrario: que las personas miren por el telescopio. Que se atrevan a observar los números, a preguntar por ellos, a interpretarlos con autonomía.

