Convencido de que Europa es un archipiélago de diversos sistemas fiscales y militares, cuyos valores solo podrán sobrevivir con la unidad de todos los Estados, Josep Borrell aporta su experta y lúcida visión sobre los retos que se le plantean a Europa en los próximos años. Este es el extracto de la entrevista realizada por Rafael Rubio, que encontrarás íntegra en el número 20 de Asesores Financieros EFPA.
¿Por qué a los jóvenes no les atrae lo que significa y representa Europa? ¿Por qué en la mayoría de los países de la Unión la marca Europa tiene cada día menos atractivo?
En Europa, se ha banalizado la paz y se ha convertido en algo que se percibe como el estado natural de las cosas. Ningún joven europeo teme ser enviado al frente a matar al compañero de Erasmus del curso pasado, y eso es algo muy positivo. La paz ha calado en nuestras coordenadas mentales, y no concebimos posible una guerra entre nosotros. Se trata de un éxito extraordinario e histórico, especialmente si se consideran nuestros antecedentes, y deberíamos valorarlo. Sin embargo, al banalizarla, estamos olvidando los grandes valores que nos ha aportado.
Europa ha aportado la paz, pero no se ha convertido en lo que debería ser: una potencia geopolítica. La generación de europeos que llega ahora debe decidir si quiere que Europa sea algo más que una fuerza de paz entre europeos y convertirse en actor importante para la construcción de la arquitectura mundial. En el mundo hay demanda de que asuma ese papel tan importante para el orden mundial, especialmente tras la llegada de Trump. Pero desconozco si hay voluntad política para ello. En cualquier caso, Europa debería hacer un mayor esfuerzo de integración.
En una conferencia reciente habló usted de las tres grandes dependencias de Europa: la dependencia de Rusia en la energía; la de china en el comercio y la de Estados Unidos en la seguridad.
Añadiría una cuarta, que es la dependencia de Europa de la renovación generacional a través de la aportación de migrantes. Es un tema tan importante como tabú en la situación actual. Necesitamos personas, porque el resto del mundo nos percibe como una región envejecida, y no somos del todo conscientes de nuestro otoño —o incluso invierno— demográfico. Es un asunto difícil de abordar, porque no hablamos de moléculas de gas ni de capacidades industriales.
A la dependencia de la energía ya le han puesto fecha de caducidad para el 2027. ¿Qué pasa con las otras dependencias?
Ya veremos lo que pasa de aquí al 2027. De momento, nunca hemos prohibido importar gas ruso y petróleo crudo y estamos importando todavía demasiado, aunque, moralmente hablando, choca bastante con nuestra determinación de apoyar a Ucrania. Sin embargo, también sabemos que retirar del mercado gasista internacional la producción rusa es como pegarse un tiro en el pie, y por eso lo hemos ido dejando hacer.
No hay fecha para acabar con las otras dependencias. Construir nuestra propia seguridad no se hace ni en tres ni en diez años, porque es tarea de una generación. Europa se ha desarmado lentamente, pero de forma constante porque no había ninguna guerra en el horizonte y, en todo caso, estaban los boys, que llegaron a tener 300.000 soldados desplegados en Europa. Hoy todavía hay 100.000 soldados de Estados Unidos desplegados en Europa en 30 bases militares. Sustituirlos nos costaría 250.000 millones de euros al año, si mañana decidieran marcharse, algo que probablemente harán porque ellos tienen otros cometidos más importantes, y en eso tiene razón Trump.
¿Cuál es la mayor dificultad que encontraremos en el objetivo de construir una Europa de la defensa?
La construcción de una Europa de la defensa, más allá de lo que es la OTAN -que no tiene un ejército, sino la capacidad de hacer funcionar juntos a una parte de los ejércitos de sus Estados miembros-, es un proceso que costará mucho tiempo. Solo será posible si existen incentivos suficientes en este terreno, como son las amenazas, y si, además, logramos afrontar uno de los temas pendientes de la Unión Europea: la cuestión fiscal.
Por otro lado, creo que sería un error histórico que el rearme europeo se hiciera sobre una base nacional en la que cada uno hiciera lo suyo, no que entre todos financiáramos lo de todos. Alemania dice que lo va a hacer y, además, el nuevo canciller -de una manera muy tajante- afirma que va a construir su independencia militar respecto a Washington. Que esto lo diga un cristiano demócrata alemán es un cambio copernicano, pero cuando dice eso también señala que pone sobre la mesa una cantidad muy importante de recursos y la voluntad de construir un ejército de 300.000 hombres. Esa es su voluntad política, pero no resuelve el problema.
¿Cómo debe hacerse?
El rearme se debe hacer de forma conjunta y coordinada, lo que no quiere decir necesariamente que se financie de forma conjunta. Significa que hay que ponerse de acuerdo para construir capacidades comunes y debemos descartar, por lo tanto, la posibilidad de financiación conjunta. No descarto ninguna opción, pero la financiación es, en realidad, un problema instrumental. La cuestión fundamental es saber qué se quiere financiar. ¿Se desea impulsar una línea Maginot en el norte, como plantean los países bálticos? ¿Se pretende desarrollar un escudo antimisiles que cubra desde Kaliningrado hasta Atenas, como proponen los Estados de esa zona? ¿Queremos financiar la protección del sur, es decir, del Mediterráneo, que es lo que desea España?
¿Nos falta liderazgo en Europa?
Es una pregunta demasiado genérica. Es verdad que en algunos momentos ha habido un mayor impulso a la integración económica con líderes europeos que han creído en ella. Ese liderazgo ha venido de Alemania fundamentalmente y España también ha contribuido a la integración europea, mucho más de lo que le correspondía por su peso económico relativo.
Probablemente, el motor franco/alemán no ha estado muy afinado en los últimos años tras la marcha de Merkel. El liderazgo tiene que salir de los líderes y los líderes son nacionales.
¿Es optimista respecto a la supervivencia de la cultura europea?
Lo que representa la civilización europea, si quiere sobrevivir, debe contar con la fuerza que solo puede se puede conseguir estando juntos. Por separado, somos demasiado pequeños: incluso todos juntos, solo llegamos al 5 o 6% de la población mundial
Estamos demasiado fragmentados en un mundo de gigantes. Y hasta ahora los gigantes eran pobres, pero ahora no lo son. Antes no controlaban los instrumentos de desarrollo tecnológico, pero ahora están en la punta de él. Antes les dominábamos militarmente, pero ahora ellos tienen muchas más capacidades militares que nosotros.
Hemos ido perdiendo peso demográfico, económico y tecnológico. Si los europeos quieren sobrevivir como tales tendrán que hacer un esfuerzo por superar sus diferencias. Ya hemos superado nuestros antagonismos asesinos, pero no es suficiente. Además de hacer la paz entre nosotros, tenemos que compartir más los instrumentos del poder, que son las capacidades económicas y también las defensivas.
Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, ofrece una mirada franca sobre los desafíos que enfrenta Europa: desde la guerra en Ucrania hasta las tensiones con China y el futuro del multilateralismo. Con declaraciones que no dejan indiferente a nadie, Borrell aborda sin rodeos el papel de la UE en un mundo cada vez más polarizado.
Sigue leyendo la entrevista completa para conocer sus reflexiones más contundentes y las decisiones que marcarán el rumbo de Europa en los próximos años.