Un año termina y un puñado de titulares brota. La RAE y los principales diccionarios escogen la palabra del año, TIME edita la portada del año, se busca la empresa más innovadora, el emprendedor más prometedor, el fenómeno, el disco, el meme… Desde su pequeña parcela, cualquier conexión podría parecer una coincidencia. Sin embargo, cuando se observan en conjunto, estas ‘elecciones’ pueden cumplir una función muy concreta: ayudarnos a componer el relato del año.
Aunque proceden de disciplinas distintas —economía, periodismo, lingüística, cultura o tecnología—, todas estas elecciones comparten algo esencial. Intentan responder a la misma pregunta: ¿qué ha definido realmente este año? Para quienes asesoran decisiones financieras, esta pregunta no es menor. Porque detrás de esos símbolos suele esconderse el clima económico, social y tecnológico que condiciona los mercados.
Arancel, palabra del año
Hay una palabra que, por sí sola, ayuda a entender el telón de fondo macroeconómico de 2025, como hemos ido tratando número a número. Que la FundéuRAE haya elegido “arancel” como Palabra del Año no es un detalle lingüístico menor, sino un síntoma claro del momento vivido. El comercio internacional ha dejado de ser un mecanismo técnico para convertirse en una herramienta explícita de política económica y geopolítica.
El arancel condensa muchas de las tensiones del año: el regreso del proteccionismo, la fragmentación de los mercados globales y la reorganización de las cadenas de suministro en torno a bloques regionales y afinidades políticas. Para el asesor financiero, este cambio no es teórico (como veremos más adelante, así lo expresan mayoritariamente a través de la última encuesta EFPA).
Los arquitectos de la IA, portada del año en TIME
En 2025, la revista TIME no ha elegido a una persona concreta como figura del año, sino a The Architects of AI. El matiz es importante. No se premia a un líder individual, sino a quienes diseñan la infraestructura que sostiene el nuevo ciclo económico: Zuckerberg, líder de Meta; Lisa Su, directora ejecutiva de AMD; Musk, director ejecutivo de Tesla, SpaceX, fundador de xAI y cofundador original de Open AI; Huang, director ejecutivo de NVIDIA; Altman, a la cabeza de OpenAI, Satya Nadella, director ejecutivo de Microsoft; Demis Hassabis, director ejecutivo de Google DeepMind; Dario Amodei, director ejecutivo de Anthropic; y Fei-Fei Li, codirectora del Instituto de IA de la Universidad de Stanford.
La inteligencia artificial deja de ser una promesa o una tendencia sectorial para convertirse en un sistema que atraviesa productividad, empleo, márgenes empresariales y poder geopolítico. Para el asesor financiero, el mensaje es claro: la IA ya no es una apuesta puntual, sino una variable estructural que condiciona casi cualquier análisis de inversión, como veremos en el próximo número de la revista.
Desde el ámbito académico, el Premio Nobel de Economía otorgado a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt recuerda que el crecimiento económico no depende solo de la innovación, sino de cómo esta se organiza, se regula y se distribuye. La tecnología puede impulsar el crecimiento, pero también concentrarlo. Para el asesor financiero, entender quién captura ese crecimiento resulta tan importante como identificar la tecnología que lo genera.
También el lenguaje de la calle habla de la economía
Curiosamente, el lenguaje cotidiano ha captado antes que muchos informes la predominancia tecnológica. Merriam-Webster eligió “slop” como palabra del año para describir la avalancha de contenido digital barato y generado automáticamente. Más allá de lo cultural, el término funciona como una metáfora económica. Cuando la oferta crece sin control, el valor se diluye.
Otras palabras elegidas en el mundo anglosajón (Oxford, Cambridge, Collins) son “rage bait”, “parasocial” y “agentic”, que completan el retrato emocional del momento con la tecnología como telón de fondo. Pero lo que describen va más allá: una economía de la atención marcada por la polarización, relaciones cada vez más mediadas por pantallas y sistemas tecnológicos que actúan con creciente autonomía. Este clima no es ajeno a los mercados. Influye en el comportamiento del inversor, en la velocidad de las narrativas y en la formación de burbujas y correcciones.
En conjunto, estas elecciones de fin de año trazan el perfil de lo que será 2025 y, al mismo tiempo, anticipan los retos de 2026, donde la verdadera ventaja competitiva residirá en la capacidad de contextualizar, prever y acompañar.

