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¿Cómo afecta la inflación a mi fondo de inversión?

Inflación

¿Inflación? Leve arañazo parece… zarpazo es. Podría ser la máxima de 2023 para quienes han infravalorado los efectos de un aumento de precios que, aunque en descenso, despidió el año al 3,1%, una décima menos que el mes anterior. La media fue del 3,5%, lo que inevitablemente ha erosionado el poder adquisitivo de muchos inversores y ahorradores, especialmente de aquellos con horizontes a largo plazo.

Sus perversos efectos fueron en su día fidedignamente definidos por Margaret Thatcher, que acuñó el término ‘ladrona invisible’ para referirse al ‘enemigo’ que enfrentó con dureza durante buena parte de su mandato. La inflación, sin embargo, no penaliza solo inversores y ahorradores, es ‘verdugo’ de quienes no prestan atención a la construcción de su patrimonio, una idea sobre la que la dama de hierro insistió en más de una ocasión.

Rendimiento real negativo

Para entender su calado, el primer concepto que debemos tener presente es el rendimiento real negativo. Es lo que sucede cuando la inflación supera los rendimientos de inversión. Es decir, aunque el valor nominal de la inversión pueda aumentar, el poder adquisitivo de esos retornos disminuye debido al aumento generalizado de los precios. En el caso, por ejemplo, de los fondos a 10 años, la inflación del 3,5% puede resultar en un rendimiento real negativo si no se logra superar este porcentaje.

La inflación reduce, entre el descaro y el disimulo, el poder adquisitivo de inversores y ahorradores que buscan rendimientos a largo plazo. Ellos, que confiaban en la estabilidad y crecimiento en el tiempo, se enfrentan a la difícil realidad de que una porción significativa de sus ganancias potenciales se ve amenazada por fuerzas externas.

Inflación, cuando las cuentas no salen

Para poner en valor la huella que deja la inflación en nuestras arcas, extraemos este ejemplo de Cinco Días: “una persona que comprara en la zona euro un fondo de renta variable habría obtenido un retorno medio anual del 7,4% en un periodo de 10 años. Realmente, los gestores de ese vehículo habían logrado mayores retornos, del 9,3%, pero hay que aplicarles comisiones de gestión, de suscripción, de reembolso, así como diversos gastos operativos generados en la compraventa de valores.

Ahora bien, para calcular correctamente lo que consigue el cliente, la cifra correcta tampoco es el mencionado 7,4%. A ese retorno habría que descontarle la inflación. De nada vale ganar dinero si los precios suben mucho y se pierde poder adquisitivo. Cuando la ESMA ha aplicado este ejercicio, le acaba restando otros dos puntos porcentuales, así que el rendimiento real queda en solo un 5,4%, casi la mitad del retorno obtenido por los gestores de fondos de renta variable”.

A la sombra de la inflación pero en el mismo ‘equipo’, los gastos se han convertido secundarios de lujo en este escenario financiero, como ha expuesto recientemente ESMA, la autoridad europea de supervisión de los mercados financieros. Los costos asociados con la gestión de fondos, comisiones y otros cargos han ido en aumento, contribuyendo aún más a la merma de los retornos netos para los inversores. Este drenaje financiero, muchas veces pasado por alto, se ha intensificado, exacerbando los desafíos que enfrentan los inversores a largo plazo ante una inflación persistente.

Recetas para mitigar pérdidas

No hay fórmulas exactas, pero sí un mismo punto de partida: definir e implementar estrategias que mitiguen las pérdidas es vital para salvaguardar el poder adquisitivo. Por ejemplo, diversificar carteras, prestar atención a los activos con más resistencia a la inflación y revisar de forma detallada los gastos asociados son algunos de los básicos sobre los que trabajar si queremos proteger la rentabilidad de nuestros ahorros. En este contexto, un pilar se erige fundamental: la necesidad de apostar por una gestión activa, siempre articulada por un asesor o planificador financiero debidamente certificado. Hablamos de profesionales capaces de ofrecer una visión experta, adaptar estrategias a las circunstancias específicas del inversor, necesidades, metas y su perfil de riesgo y proporcionar un marco sólido para la toma de decisiones informada.

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